En este sitio hallarán los programas correspondientes a los cursos 2012 / 2011 / 2010 de Literatura a cargo de la Prof. Carmen Ramírez, además de apuntes y consignas de trabajo. LICEO PEDRO L. IPUCHE de Santa Clara de Olimar y LICEO ENRIQUE ALZUGARAY de Cerro Chato.
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miércoles, 15 de junio de 2011

4tos AÑOS: PRUEBA DE LITERATURA

ALUMNOS DE 4TO: para la prueba, en la sección TEXTO NO DADO EN CLASE va un fragmento de las series 34 y 35 del Cantar I del Mio Cid. Ante cualquier duda se comunican conmigo

lunes, 13 de junio de 2011

Para 3er año: "EL AHOGADO MÁS HERMOSO DEL MUNDO"



Gabriel García Márquez
(Aracata, Colombia 1928—)


El ahogado mas hermoso del mundo



Los primeros niños que vieron el promontorio oscuro y sigiloso que se acercaba por el mar, se hicieron la ilusión de que era un barco enemigo. Después vieron que no llevaba banderas ni arboladura, y pensaron que fuera una ballena. Pero cuando quedó varado en la playa le quitaron los matorrales de sargazos, los filamentos de medusas y los restos de cardúmenes y naufragios que llevaba encima, y sólo entonces descubrieron que era un ahogado.
Habían jugado con él toda la tarde, enterrándolo y desenterrándolo en la arena, cuando alguien los vio por casualidad y dio la voz de alarma en el pueblo. Los hombres que lo cargaron hasta la casa más próxima notaron que pesaba más que todos los muertos conocidos, casi tanto como un caballo, y se dijeron que tal vez había estado demasiado tiempo a la deriva y el agua se le había metido dentro de los huesos. Cuando lo tendieron en el suelo vieron que había sido mucho más grande que todos los hombres, pues apenas si cabía en la casa, pero pensaron que tal vez la facultad de seguir creciendo después de la muerte estaba en la naturaleza de ciertos ahogados. Tenía el olor del mar, y sólo la forma permitía suponer que era el cadáver de un ser humano, porque su piel estaba revestida de una coraza de rémora y de lodo.
No tuvieron que limpiarle la cara para saber que era un muerto ajeno. El pueblo tenía apenas unas veinte casas de tablas, con patios de piedras sin flores, desperdigadas en el extremo de un cabo desértico. La tierra era tan escasa, que las madres andaban siempre con el temor de que el viento se llevara a los niños, y a los muertos que les iban causando los años tenían que tirarlos en los acantilados. Pero el mar era manso y pródigo, y todos los hombres cabían en siete botes. Así que cuando se encontraron el ahogado les bastó con mirarse los unos a los otros para darse cuenta de que estaban completos.
Aquella noche no salieron a trabajar en el mar. Mientras los hombres averiguaban si no faltaba alguien en los pueblos vecinos, las mujeres se quedaron cuidando al ahogado. Le quitaron el lodo con tapones de esparto, le desenredaron del cabello los abrojos submarinos y le rasparon la rémora con fierros de desescamar pescados. A medida que lo hacían, notaron que su vegetación era de océanos remotos y de aguas profundas, y que sus ropas estaban en piitrafas, como si hubiera navegado por entre laberintos de corales. Notaron también que sobrellevaba la muerte con altivez, pues no tenía el semblante solitario de los otros ahogados del mar, ni tampoco la catadura sórdida y menesteroso de los ahogados fluviales. Pero solamente cuando acabaron de limpiarlo tuvieron conciencia de la clase de hombre que era, y entonces se quedaron sin aliento. No sólo era el más alto, el más fuerte, el más viril y el mejor armado que habían visto jamás, sino que todavía cuando lo estaban viendo no les cabía en la imaginación.
No encontraron en el pueblo una cama bastante grande para tenderio ni una mesa bastante sólida para velarlo. No le vinieron los pantalones de fiesta de los hombres más altos, ni las camisas dominicales de los más corpulentos, ni los zapatos del mejor plantado. Fascinadas por su desproporción y su hermosura, las mujeres decidieron entonces hacerle unos pantalones con un pedazo de vela cangreja, y una camisa de bramante de novia, para que pudiera continuar su muerte con dignidad. Mientras cosían sentadas en círculo, contemplando el cadáver entre puntada y puntada, les parecía que el viento no había sido nunca tan tenaz ni el Caribe había estado nunca tan ansioso como aquella noche, y suponían que esos cambios tenían algo que ver con el muerto. Pensaban que si aquel hombre magnífico hubiera vivido en el pueblo, su casa habría tenido las puertas más anchas, el techo más alto y el piso más firme, y el bastidor de su cama habría sido de cuadernas maestras con pernos de hierro, y su mujer habría sido la más feliz. Pensaban que habría tenido tanta autoridad que hubiera sacado los peces del mar con sólo llamarlos por sus nombres, y habría puesto tanto empeño en el trabajo que hubiera hecho brotar manantiales de entre las piedras más áridas y hubiera podido sembrar flores en los acantilados. Lo compararon en secreto con sus propios hombres, pensando que no serían capaces de hacer en toda una vida lo que aquél era capaz de hacer en una noche, y terminaron por repudiarlos en el fondo de sus corazones como los seres más escuálidos y mezquinos de la tierra. Andaban extraviadas por esos dédalos de fantasía, cuando la más vieja de las mujeres, que por ser la más vieja había contemplado al ahogado con menos pasión que compasión, suspiró:
—Tiene cara de llamarse Esteban.
Era verdad. A la mayoría le bastó con mirarlo otra vez para comprender que no podía tener otro nombre. Las más porfiadas, que eran las más jovenes, se mantuvieron con la ilusión de que al ponerle la ropa, tendido entre flores y con unos zapatos de charol, pudiera llamarse Lautaro. Pero fue una ilusión vana. El lienzo resultó escaso, los pantalones mal cortados y peor cosidos le quedaron estrechos, y las fuerzas ocultas de su corazón hacían saltar los botones de la camisa. Después de la media noche se adelgazaron los silbidos del viento y el mar cayó en el sopor del miércoles. El silencio acabó con las últimas dudas: era Esteban. Las mujeres que lo habían vestido, las que lo habían peinado, las que le habían cortado las uñas y raspado la barba no pudieron reprimir un estremecimiento de compasión cuando tuvieron que resignarse a dejarlo tirado por los suelos. Fue entonces cuando comprendieron cuánto debió haber sido de infeliz con aquel cuerpo descomunal, si hasta después de muerto le estorbaba. Lo vieron condenado en vida a pasar de medio lado por las puertas, a descalabrarse con los travesaños, a permanecer de pie en las visitas sin saber qué hacer con sus tiernas y rosadas manos de buey de mar, mientras la dueña de casa buscaba la silla más resistente y le suplicaba muerta de miedo siéntese aquí Esteban, hágame el favor, y él recostado contra las paredes, sonriendo, no se preocupe señora, así estoy bien, con los talones en carne viva y las espaldas escaldadas de tanto repetir lo mismo en todas las visitas, no se preocupe señora, así estoy bien, sólo para no pasar vergüenza de desbaratar la silla, y acaso sin haber sabido nunca que quienes le decían no te vayas Esteban, espérate siquiera hasta que hierva el café, eran los mismos que después susurraban ya se fue el bobo grande, qué bueno, ya se fue el tonto hermoso. Esto pensaban las mujeres frente al cadáver un poco antes del amanecer. Más tarde, cuando le taparon la cara con un pañuelo para que no le molestara la luz, lo vieron tan muerto para siempre, tan indefenso, tan parecido a sus hombres, que se les abrieron las primeras grietas de lágrimas en el corazón. Fue una de las más jóvenes la que empezó a sollozar. Las otras, asentándose entre sí, pasaron de los suspiros a los lamentos, y mientras más sollozaban más deseos sentían de llorar, porque el ahogado se les iba volviendo cada vez más Esteban, hasta que lo lloraron tanto que fue el hombre más desvalido de la tierra, el más manso y el más servicial, el pobre Esteban. Así que cuando los hombres volvieron con la noticia de que el ahogado no era tampoco de los pueblos vecinos, ellas sintieron un vacío de júbilo entre las lágrimas.
—¡Bendito sea Dios —suspiraron—: es nuestro!
Los hombres creyeron que aquellos aspavientos no eran más que frivolidades de mujer. Cansados de las tortuosas averiguaciones de la noche, lo único que querían era quitarse de una vez el estorbo del intruso antes de que prendiera el sol bravo de aquel día árido y sin viento. Improvisaron unas angarillas con restos de trinquetes y botavaras, y las amarraron con carlingas de altura, para que resistieran el peso del cuerpo hasta los acantilados. Quisieron encadenarle a los tobillos un ancla de buque mercante para que fondeara sin tropiezos en los mares más profundos donde los peces son ciegos y los buzos se mueren de nostalgia, de manera que las malas corrientes no fueran a devolverlo a la orilla, como había sucedido con otros cuerpos. Pero mientras más se apresuraban, más cosas se les ocurrían a las mujeres para perder el tiempo. Andaban como gallinas asustadas picoteando amuletos de mar en los arcones, unas estorbando aquí porque querían ponerle al ahogado los escapularios del buen viento, otras estorbando allá para abrocharse una pulsera de orientación, y al cabo de tanto quítate de ahí mujer, ponte donde no estorbes, mira que casi me haces caer sobre el difunto, a los hombres se les subieron al hígado las suspicacias y empezaron a rezongar que con qué objeto tanta ferretería de altar mayor para un forastero, si por muchos estoperoles y calderetas que llevara encima se lo iban a masticar los tiburones, pero ellas seguían tripotando sus reliquias de pacotilla, llevando y trayendo, tropezando, mientras se les iba en suspiros lo que no se les iba en lágrimas, así que los hombres terminaron por despotricar que de cuándo acá semejante alboroto por un muerto al garete, un ahogado de nadie, un fiambre de mierda. Una de las mujeres, mortificada por tanta insolencia, le quitó entonces al cadáver el pañuelo de la cara, y también los hombres se quedaron sin aliento.
Era Esteban. No hubo que repetirlo para que lo reconocieran. Si les hubieran dicho Sir Walter Raleigh, quizás, hasta ellos se habrían impresionado con su acento de gringo, con su guacamayo en el hombro, con su arcabuz de matar caníbales, pero Esteban solamente podía ser uno en el mundo, y allí estaba tirado como un sábalo, sin botines, con unos pantalones de sietemesino y esas uñas rocallosas que sólo podían cortarse a cuchillo. Bastó con que le quitaran el pañuelo de la cara para darse cuenta de que estaba avergonzado, de que no tenía la culpa de ser tan grande, ni tan pesado ni tan hermoso, y si hubiera sabido que aquello iba a suceder habría buscado un lugar más discreto para ahogarse, en serio, me hubiera amarrado yo mismo un áncora de galón en el cuello y hubiera trastabillado como quien no quiere la cosa en los acantilados, para no andar ahora estorbando con este muerto de miércoles, como ustedes dicen, para no molestar a nadie con esta porquería de fiambre que no tiene nada que ver conmigo. Había tanta verdad en su modo de estar, que hasta los hombres más suspicaces, los que sentían amargas las minuciosas noches del mar temiendo que sus mujeres se cansaran de soñar con ellos para soñar con los ahogados, hasta ésos, y otros más duros, se estremecieron en los tuétanos con la sinceridad de Esteban.
Fue así como le hicieron los funerales más espléndidos que podían concebirse para un ahogado expósito. Algunas mujeres que habían ido a buscar flores en los pueblos vecinos regresaron con otras que no creían lo que les contaban, y éstas se fueron por más flores cuando vieron al muerto, y llevaron más y más, hasta que hubo tantas flores y tanta gente que apenas si se podía caminar. A última hora les dolió devolverlo huérfano a las aguas, y le eligieron un padre y una madre entre los mejores, y otros se le hicieron hermanos, tíos y primos, así que a través de él todos los habitantes del pueblo terminaron por ser parientes entre sí. Algunos marineros que oyeron el llanto a distancia perdieron la certeza del rumbo, y se supo de uno que se hizo amarrar al palo mayor, recordando antiguas fábulas de sirenas. Mientras se disputaban el privilegio de llevarlo en hombros por la pendiente escarpada de los acantilados, hombres y mujeres tuvieron conciencia por primera vez de la desolación de sus calles, la aridez de sus patios, la estrechez de sus sueños, frente al esplendor y la hermosura de su ahogado. Lo soltaron sin ancla, para que volviera si quería, y cuando lo quisiera, y todos retuvieron el aliento durante la fracción de siglos que demoró la caída del cuerpo hasta el abismo. No tuvieron necesidad de mirarse los unos a los otros para darse cuenta de que ya no estaban completos, ni volverían a estarlo jamás. Pero también sabían que todo sería diferente desde entonces, que sus casas iban a tener las puertas más anchas, los techos más altos, los pisos más firmes, para que el recuerdo de Esteban pudiera andar por todas partes sin tropezar con los travesaños, y que nadie se atreviera a susurrar en el futuro ya murió el bobo grande, qué lástima, ya murió el tonto hermoso, porque ellos iban a pintar las fachadas de colores alegres para eternizar la memoria de Esteban, y se iban a romper el espinazo excavando manantiales en las piedras y sembrando flores en los acantilados, para que los amaneceres de los años venturos los pasajeros de los grandes barcos despertaran sofocados por un olor de jardines en altamar, y el capitán tuviera que bajar de su alcázar con su uniforme de gala, con su astrolabio, su estrella polar y su ristra de medallas de guerra, y señalando el promontorio de rosas en el horizonte del Caribe dijera en catorce idiomas: miren allá, donde el viento es ahora tan manso que se queda a dormir debajo de las camas, allá, donde el sol brilla tanto que no saben hacia dónde girar los girasoles, sí, allá, es el pueblo de Esteban.

miércoles, 8 de junio de 2011

LA EDAD MEDIA: DEMARCACIÓN HISTÓRICA, SOCIEDAD Y CULTURA. LOS CANTARES DE GESTA Y EL MIO CID.



Entre la Antigüedad Clásica y el Renacimiento, la Edad Media representa una vasta extensión temporal (siglos V a XV), en la que tuvieron lugar procesos muy diversos. El siglo XV, si bien corresponde a la Edad Media, tradicionalmente es considerado una etapa de transición: en él se produce la consolidación progresiva de la burguesía como clase dominante; en el campo literario y la escritura se afianza frente a la oralidad como modo de transmisión de los textos.
Quienes consideran el siglo V como inicio del Medioevo otorgan una significación decisiva a las invasiones germánicas (cuando los visigodos invaden España).
EL MUNDO MEDIEVAL
Sus características son:
 Fundamentación teocéntrica de la imagen del mundo: Dios es el centro de todo (Teocentrismo).
 Auge de la cultura monástica, desarrollada en los conventos, que nucleaba a los clérigos, hombres intelectuales, letrados.
 Desarrollo de la economía agraria y de la producción artesanal. El feudalismo como forma de organización política, económica y social.
 Primacía de un ideal de trascendencia colectiva, en el que las relaciones sociales se establecían sobre la base del vínculo señor-vasallo (vasallaje).
 Modo de transmisión oral de la tradición y la cultura.
El vasallaje
Hacia el siglo IX, cuando surge el feudalismo en Europa, los pilares de la sociedad eran el clero y la nobleza, poseedores de feudos. Los campesinos se vinculaban con los señores por medio del vasallaje: entregaban sus tierras a cambio de protección y volvían a recibirlas en calidad de feudos dependientes del señor que, así, ampliaba su dominio. El vasallaje suponía la admisión de una relación de dependencia política, pues el vasallo era automáticamente enemigo de los enemigos de su señor, y amigo de los amigos de éste.
Las lenguas romances
También es la Edad Media la etapa en la cual comienzan a diferenciarse las lenguas y las literaturas nacionales. En España el latín- tanto en su expresión “culta”, utilizada por los escritores y en los documentos oficiales, como en su expresión “vulgar”, en la comunicación cotidiana- se mantiene desde el siglo III a.C., en que los romanos inician la conquista, hasta el siglo V, cuando los pueblos germánicos invaden la península. Con la caída del Imperio Romano de Occidente se pierde la influencia unificadora de Roma y el latín vulgar irá evolucionando de modo diferente según las influencias propias que reciba en cada una de las regiones que hasta entonces formaban parte del imperio. Surgen así las lenguas romances.
El castellano y la literatura nacional
Castilla tuvo un papel fundamental en la reconquista y la unificación de España. El castellano, su lengua, fue imponiéndose por sobre los otros dialectos regionales, de allí que condicionó también, la elección de lo que fue considerada literatura nacional.
Los intelectuales en la Edad Media
En el siglo VII aparecen en Europa los juglares. Músicos, recitadores, mimos ambulantes, se ganaban la vida difundiendo poesía propia o ajena. A partir del siglo XI, los juglares alternan con los trovadores, poetas cortesanos que componían pero no difundían sus obras fuera de su ámbito. En sus comienzos, los trovadores propusieron un tipo de poesía amorosa cortés de influencia francesa.
En Provenza, provincia antigua del sur de Francia, surgió la más antigua literatura en romance, que se desarrolló entre los siglos XI y XIII. Esta poesía trovadoresca es de tema amoroso, y en ella, la dama ocupa el rango que, en la escala feudal, ocupaba el señor; el poeta era su vasallo.
A principios del siglo XIII, los clérigos recluidos en los monasterios comenzaron a producir poesía de tema religioso, amoroso o legendario con propósito moralizante, versificada generalmente en cuartetos alejandrinos (versos de 14 sílabas), con rima única (monorrimas). A estas producciones se las engloba bajo el nombre de mester de clerecía (de mester: oficio, trabajo, ocupación) en oposición a la poesía juglaresca (mester de juglaría).
La literatura medieval
La oralidad es un rasgo fuertemente distintivo de la sociedad medieval. El sistema de los textos concebidos para ser dichos (los cantares de gesta, los romances) entra, hacia fines del período, en tensión con la paulatina consolidación de la escritura. Con la diferenciación progresiva y el desarrollo posterior de las lenguas nacionales, van surgiendo las literaturas en lengua nacional.
La oralidad domina la literatura y las relaciones sociales. Por ejemplo, el contrato con el que se fijaba el vínculo feudal entre señor y vasallo se formalizaba en una ceremonia pública, oralmente y ante testigos. Recién a mediados del siglo XII comienza a generalizarse la escritura en la administración pública.
La transmisión oral supone la atribución de un poder vívido a la palabra de un individuo que actúa (canta, recita o lee) ante un auditorio. Los textos se construían para ser transmitidos en una situación cara a cara ) diferente de la mediación que supone el libro impreso) y esto les otorgaba ciertas particularidades en sus procedimientos, que se manifiestan como indicios de oralidad.
Los Cantares de Gesta
Fueron los juglares quienes difundieron los Cantares de Gesta, extensos poemas narrativos que por sus características eran:
 Épicos: relacionados con la construcción de la nacionalidad, narraban hazañas (gestas) de héroes. En España, como la épica surgió asociada a la Reconquista, tenían trasfondo histórico (a diferencia de las gestas francesas en las que predominaba lo fantástico). Planteaban al héroe como figura paradigmática (modelo, encarnación de valores y virtudes. Por ejemplo, el Cid es leal vasallo, buen jefe militar, buen esposo y padre, hombre religioso y honrado.
 Orales: estaban destinados a la recitación pública, modo de transmisión de los textos, característico de la Edad Media.
 Anónimos: de autor desconocido.
 Tradicionales: la transmisión oral de generación en generación los conservaba en la memoria y garantizaba el valor y la antigüedad de los textos.
 De métrica irregular (con versos que oscilan entre 13 y 16 sílabas) y rima asonante.
El Poema del Cid
Narra las hazañas de Rodrigo Díaz de Vivar desde su destierro de Castilla, impuesto por Alfonso VI, hasta que es perdonado por el rey, a causa de su valentía y lealtad.
En los tres cantares en que se organiza el texto (“Cantar del destierro”, “Cantar de las bodas de las hijas del Cid” y “Cantar de la afrenta de Corpes”), los episodios se gradúan, organizados en dos tramas narrativas. Al comenzar el poema, el héroe ha perdido la honra en el plano político (está desterrado, bajo acusación de apropiarse de bienes del rey). Gradualmente, por sus batallas victoriosas a favor de la Reconquista (cristianos contra moros), recupera esa honra perdida y obtiene nuevamente el favor real. Pero una vez logrado este objetivo, se ve deshonrado en el plano familiar: sus hijas contraen matrimonio con unos infantes que las maltratan y abandonan. El poema finaliza con las nuevas bodas de las hijas del Cid, que traen aparejada la recuperación final de la honra del héroe, también en este aspecto.
El Cid como héroe del poema
El propósito del poema es presentar al Cid como un héroe, un hombre superior a los demás, encarnación de un mundo de virtudes y valores, que se propone como un modelo a seguir en tiempos difíciles. En esta presentación de la figura heroica radica el fin didáctico que caracteriza a la mayor parte de la literatura medieval.
El Cid representa en forma idealizada el espíritu caballeresco y fuerte de Castilla, en una época de expansión en la que había tierras que conquistar y botines que obtener.
Su objeto es la recuperación de la honra individual (tanto en el plano político como en el familiar). Como modelo heroico, su triunfo final simboliza, también, la recuperación de la honra colectiva: la victoria española en la Reconquista (recuperación de los territorios ocupados por los árabes).
Indicios de oralidad el Cantar del Mio Cid
En las copias escritas que han llegado hasta nosotros hay indicios, marcas, de los procedimientos de la transmisión oral, como por ejemplo:

Relacionados con la situación comunicativa
 Presencia de deíticos, que señalan apelaciones al público: “Vierais allí a tanto moro armarse y en lucha entrar”; o la presencia del juglar, que incluye a su auditorio: “Hablemos ahora de aquel que en buena hora ciñó espada”.
 Intervenciones del juglar en lo narrado: “¡Qué bien estaba luchando sobre su dorado arzón(…)!”•
 Discurso directo, que actualiza la narración, presentándola como si estuviera ocurriendo en ese momento: “Dijo Minaya Alvar Fáñez: ´Yo lo haré de muy buen grado`”.
 Anticipaciones (se adelanta lo que va a contarse, para lograr la atención del público): “Del castillo de Alcocer pronto lo harán tributario”
 Polisíndeton (repetición de la conjunción, especialmente la “y” a principio de verso.

Relacionados con la memorización
 Epítetos épicos (fórmulas fijas para calificar) a los personajes: “Don Rodrigo de Vivar, ese buen Campeador!”.
 Paralelismos (repetición de la estructura sintáctica: “Yo me quedaré en Valencia, que mucho me fue a costar(…) Yo me quedaré en Valencia, que Valencia es mi heredad”; también repeticiones semánticas: “Los dos echaron pie a tierra, se apean de los caballos.”
 Enumeraciones: “Tanto ganado de ovejas, tanto ganado de vacas,/ tantas ropas de valor, tantas riquezas sin tasa”.Relacionados con la memorización
 Epítetos épicos (fórmulas fijas para calificar) a los personajes: “Don Rodrigo de Vivar, ese buen Campeador!”.
 Paralelismos (repetición de la estructura sintáctica: “Yo me quedaré en Valencia, que mucho me fue a costar(…) Yo me quedaré en Valencia, que Valencia es mi heredad”; también repeticiones semánticas: “Los dos echaron pie a tierra, se apean de los caballos.”
 Enumeraciones: “Tanto ganado de ovejas, tanto ganado de vacas,/ tantas ropas de valor, tantas riquezas sin tasa”.