—Gerineldo, Gerineldo,
quién te tuviera esta noche
Válgame Dios, Gerineldo,
—Como soy vuestro criado,
—No me burlo, Gerineldo,
—¿Y cuándo, señora mía,
—Entre las doce y la una
Media noche ya es pasada.
«¡Oh, malhaya, Gerineldo,
—Abráisme, la mi señora,
—¿Quién a mi estancia se atreve,
—No os turbéis, señora mía,
Tomáralo por la mano
entre juegos y deleites
y allá hacia el amanecer
Despertado había el rey
«O me roban a la infanta
Aprisa llama a su paje
«¡Gerineldo, Gerineldo,
Tres veces le había llamado,
Puso la espada en la cinta,
vio a su hija, vio a su paje
«¿Mataré yo a Gerineldo,
Pues si matare a la infanta,
Pondré mi espada por medio,
Y salióse hacia el jardín
Rebullíase la infanta
con el frior de la espada l
—Levántate, Gerineldo,
la espada del rey mi padre
—¿Y adónde iré, mi señora,
—Vete por ese jardín
pesares que te vinieren
—¿Dónde vienes, Gerineldo,
—Vengo del jardín, buen rey,
la fragancia de una rosa
—De esa rosa que has cortado
—Matadme, señor, matadme,
Ellos en estas razones,
—Rey y señor, no le mates,
O si lo quieres matar
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Romance del veneno de Moriana
a poco del sol salido;
convidando va a su boda
a los parientes y amigos;
a las puertas de Moriana
sofrenaba su rocino:
—Buenos días, Moriana.
—Don Alonso, bien venido.
—Vengo a brindarte Moriana,
para mi boda el domingo.
—Esas bodas, don Alonso,
debieran de ser conmigo;
pero ya que no lo sean,
igual el convite estimo,
y en prueba de la amistad
beberás del fresco vino,
el que solías beber
dentro en mi cuarto florido.
Moriana, muy ligera
en su cuarto se ha metido;
tres onzas de solimán
con el acero ha molido,
de la víbora los ojos,
sangre de un alacrán vivo:
—Bebe, bebe, don Alonso,
bebe de este fresco vino.
—Bebe primero, Moriana,
que así está puesto en estilo.
Levantó el vaso Moriana,
lo puso en sus labios finos;
los dientes tiene menudos,
gota dentro no ha vertido.
Don Alonso, como es mozo,
maldita gota ha perdido.
—¿Qué me diste, Moriana,
qué me diste en este vino?
¡Las riendas tengo en la mano
y no veo a mi rocino!
—Vuelve a casa, don Alonso,
que el día ya va corrido
y se celará tu esposa
si quedas acá conmigo.
—¿Qué me diste, Moriana,
que pierdo todo el sentido?
¡Sáname de este veneno,
yo me he de casar contigo!
—No puede ser, don Alonso,
que el corazón te ha partido.
—¡Desdichada de mi madre
que ya no me verá vivo!
—Más desdichada la mía
desque te hube conocido.
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ROMANCE XII DE DOÑA URRACA,
CERCADA EN ZAMORA
¡Rey don Sancho, rey don Sancho,
ya que te apuntan las barbas,
quien te las vido nacer
no te las verá logradas!
Don Fernando apenas muerto,
Sancho a Zamora cercaba,
de un cabo la cerca el rey,
del otro el Cid la apremiaba.
Del cabo que el rey la cerca
Zamora no se da nada;
del cabo que el Cid la aqueja
Zamora ya se tomaba;
corren las aguas del Duero
tintas en sangre cristiana.
Habló el viejo Arias Gonzalo,
el ayo de doña Urraca:
—Vámonos, hija, a los moros
dejad a Zamora salva,
pues vuestro hermano y el Cid
tan mal os desheredaban.
Doña Urraca en tanta cuita
se asomaba a la muralla,
y desde una torre mocha
el campo del Cid miraba.
ROMANCE XIII EN QUE DOÑA URRACA RECUERDA CUANDO EL CID SE CRIABA CON ELLA EN SU PALACIO EN ZAMORA
—¡Afuera, afuera, Rodrigo,
el soberbio castellano!
Acordársete debría
de aquel buen tiempo pasado
que te armaron caballero
en el altar de Santiago,
cuando el rey fue tu padrino,
tú, Rodrigo, el ahijado;
mi padre te dio las armas,
mi madre te dio el caballo,
yo te calcé espuela de oro
porque fueses más honrado;
pensando casar contigo,
¡no lo quiso mi pecado!,
casástete con Jimena,
hija del conde Lozano;
con ella hubiste dineros,
conmigo hubieras estados;
dejaste hija de rey
por tomar la de un vasallo.
En oír esto Rodrigo
volvióse mal angustiado:
—¡Afuera, afuera, los míos,
los de a pie y los de a caballo,
pues de aquella torre mocha
una vira me han tirado!,
no traía el asta hierro,
el corazón me ha pasado;
¡ya ningún remedio siento,
sino vivir más penado!
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