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viernes, 14 de octubre de 2011

4to año: Continuación del análisis de "Gerineldo..."

Continuación del análisis del Romance de Gerineldo y la Infanta
(…)Cuando el rey despierta, ya tiene la certeza de que algo malo ocurre, no duda del sueño que ha tenido y su urgencia y preocupación así lo demuestran. Está claro que ese sueño profético lo ha advertido acerca un peligro que tiene que ver con su reino y con su honra, pues dice: “O me roban a la Infanta /o traicionan el castillo”.
La alarma vuelve a ponerse de manifiesto cuando el poeta-narrador dice que el rey llamó tres veces a su paje de más confianza ( precisamente, Gerineldo). Es en esos versos en los que aparece un paralelismo antitético (de oposición) entre las reiteradas voces del rey y la ausencia de respuesta por parte de Gerineldo:
Tres veces le había llamado
Ninguna le ha respondido.
Notemos, además, que continúa la alternancia de tiempos verbales (en los dos versos siguientes se dará también).
Cuando el soberano descubre que su hija ha pasado la noche con Gerineldo, que ella ha perdido la “doncellez” (virginidad) y con un sirviente, se llena de sentimientos contradictorios. En la Edad Media la honra de la mujer estaba ligada a la conservación de su virginidad, y la pérdida de la misma representaba una deshonra no sólo para ella sino para toda la familia, especialmente para el padre, encargado de cuidarla. Pero en este caso, se trata además de la heredera de un reino, lo cual hace todo más grave.
Con gran habilidad, el poeta describe el conflicto interno del rey, expresado en las preguntas retóricas que se hacen. El sentido del deber reclama una reparación, un acto de venganza por la desobediencia cometida por Gerineldo y la Infanta, pero el afecto se lo impide: “¿Mataré yo a Gerineldo / a quien crié desde niño?”
En el caso de la Infanta- su hija- además del tema de los sentimientos está la cuestión del poder y la sucesión en el trono: “Pues si matare a la Infanta / mi reino estará perdido” Se deduce que es su única hija y, si la mata, queda sin descendencia, sería acabar con el futuro de su reino.
Finalmente decide dejar su espada en medio de los amantes dormidos como forma de testimoniar que estuvo allí, con todo lo que eso implica. No es casual que deje su espada: ella está asociada a la defensa de los valores del caballero; justamente es espada en mano que un caballero defenderá lo que le es propio, fundamentalmente su honra.
Nuevamente hay un salto temporal desde la presencia del rey en la alcoba de la Infanta hasta el despertar de ella (han pasado más de tres horas).
Ni bien advierte la presencia de la espada, la Infanta comprende lo que ha sucedido y despierta a Gerineldo. Hay un notorio cambio en el epíteto con el que se dirige a él: antes le llamó “paje del rey más querido”; ahora que se han declarado y demostrado amor mutuo lo llama “dueño mío”. La expresión “dueño” expresa un vínculo muy fuerte y tiene una connotación de entrega y pertenencia al otro.
Al saber que el rey lo ha descubierto, las palabras de Gerineldo más que desesperación o temor parecen mostrar resignación: no hay lugar donde ocultarse del rey; siente que está perdido por completo, tal es el poder del rey.
Reaparece el jardín en las palabras de la Infanta; como vemos este sitio es tema recurrente de este romance por su particular simbología (flores: símbolo de la belleza y en algunos casos del erotismo femenino). Precisamente se hace mención a dos flores de marcada simbología en la Literatura “Vete por ese jardín / cogiendo rosas y lirios”
Las rosas simbolizan el erotismo femenino y la pasión mientras que los lirios son flores generalmente usadas en los funerales. Amor y muerte, Eros y Tánathos se reúnen en un mismo verso.
Pero aunque todo haya sido descubierto y ambos ignoren qué consecuencias podrá traer, la Infanta da una nueva muestra de amor y fidelidad: “Pesares que te vinieren / yo los partiré contigo”. No reniega del amor de ambos para salvarse, cuando bien podría dejar que la culpa recayese sobre el criado, socialmente inferior y, por tanto, con menos derechos y posibilidades de defensa en aquel entonces. Ella está dispuesta a compartir con él la desgracia si esta le acontece a Gerineldo.
Notemos que, como al inicio del romance, aquí predomina el diálogo, primero entre la Infanta y Gerineldo y luego entre éste y el rey (al final también aparecerá la infanta pero no llegará a haber diálogo, sólo estilo directo).
Es notable la actitud del rey cuando encuentra a su paje que intenta pasar desapercibido por el jardín: le hace una pregunta, fingiendo ignorar todo lo acontecido. No obstante hay una marcada ironía en sus palabras cuando señala el abatimiento y la palidez del semblante del joven (“tan mustio y descolorido”).
A partir de aquí se produce un diálogo marcado por el doble sentido, es decir que tanto el rey como Gerineldo hablan en metáforas pues, al referirse a las flores están hablando en realidad de la virginidad de la Infanta. Hay un juego semántico (de significado) en las palabras de Gerineldo : “por ver cómo ha florecido /la fragancia de una rosa/ la color me ha desvaído.” Con tristeza asume que conocer los placeres de poseer a la Infanta lo han puesto en esta situación que él imagina el preámbulo de la muerte; no cree que el rey le perdone la vida pues conoce los códigos del honor aunque no sea un caballero y sabe que a un caballero en esta situación, le asiste derecho a matar al causante de la deshonra. Sin embargo, su actitud sumisa no debe confundirse con cobardía; de hecho, el joven paje asume que ha quebrantado las reglas y además faltado a la confianza del rey y por ello se muestra dispuesto a afrontar la muerte: “Matadme, señor, matadme:/ bien lo tengo merecido” Aunque pertenezcan a distintos estamentos, Gerineldo y el rey comparten los mismos valores, la misma idea respecto a la honra y a la lealtad.
Este podría considerarse el clímax del poema, el punto dramático más alto, pues no se sabe qué habrá de suceder. La brusca intervención de la Infanta aporta un giro inesperado aunque no una resolución de la historia.
Como se dijo al principio del análisis del romance, la Infanta muestra una personalidad peculiar: osada, voluntariosa y ahora, además, se muestra valiente puesto que interviene para evitar que su padre mate al hombre que ella ama. Es más: aún sabiendo que la diferencia social entre ambos es abismal, pide casarse con él sin preocuparse por lo que otros piensen o digan, y sin pensar en preservar el linaje real. Y aún va más allá: está dispuesta a enfrentar la muerte si esa fuera la suerte que corriera Gerineldo.
El final de romance –como es característico en este tipo de composiciones- es un final trunco; no sabemos qué sucedió a continuación. El final queda abierto a la imaginación del espectador/lector.

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